14.6.12

SOL, ARENA Y MAR


Lugar éste de la costa africana de aspecto duro. La mitad oriental está administrada por Mauritania, y en ella se encuentra Nuadibú, la segunda ciudad del país, con 90.000 habitantes. La mitad occidental corresponde a Sáhara Occidental, y nadie vive en ella, ya que en parte está minada, como puede apreciarse en el plano.

En el extremo sur de la mitad occidental hay una pequeña población denominada "La Gouira", adaptación de su nombre original castellano, "La Güera", o "La Agüera", medio cubierta por la arena, y en la que ya no vive nadie. Fue fundada a principios del siglo XX, en la época de la administración española. No podía haberse elegido peor nombre, dada la sequedad del lugar. El sitio era especialmente difícil de abastecer, porque no había puerto ni muelles abrigados para los barcos (la bahía que crea la península pertenece a Mauritania). Éstos debían transportar embarcaciones más ligeras, que se arriaban al llegar frente a la costa de La Agüera, y que eran las que salvaban el tramo entre el barco y tierra firme. En la mitad mauritana, por el contrario, hay instalaciones de atraque para buques mercantes y una rada para pescadores.


Este lugar ya mereció una entrada propia. Es el extremo meridional de Cabo Blanco. El barco se encuentra en Mauritania y el faro, en Sáhara Occidental. Sáhara Occidental, igual que sucede con Taiwan, se encuentra en un limbo político. Esa ambigüedad hace que toda referencia a Cabo Blanco se haga mencionando Mauritania. Y todo aquel con alguna responsabilidad, anda con pies de plomo a la hora de situar los lugares de Sáhara Occidental.


Así, en este vídeo, Macaco se cuida mucho de mencionar Marruecos o el pasado español del territorio. En su caso, en lugar de Mauritania, prefiere referirse a Argelia, que queda bien lejos (por cierto, que Dajla no se encuentra a 172 Km de Tindouf, sino a 900 Km). Todo el mundo en este país comprendería inmediatamente, sin necesidad de tantas explicaciones, dónde se encuentra Dajla si se indica que su nombre anterior era "Villa Cisneros".

Os propongo un fragmento de "Las inquietudes de Xanti Andía", de Pío Baroja, en las que se entrevé la dureza de la costa del Sáhara, y su proximidad a Canarias:

"... pero viendo la protesta de todos, decidió acercarse a la costa africana, enterrar allí los cofres en un sitio seguro y volver a las Canarias. Todos convinimos en que era lo más prudente. Llegar a una de aquellas islas con cajas llenas de oro, podía parecer sospechoso. A todo esto, no sabíamos a punto fijo lo que había dentro.

Al día siguiente, a media tarde, comenzamos a ver la costa africana; una costa baja, de arena que brillaba al sol, con alguna colina de trecho en trecho. Debíamos estar cerca, por lo que dijo el capitán, de la colonia española de Río de Oro; se veía alguna que otra cabaña de moros salvajes y desharrapados. No nos pareció conveniente desembarcar allá, a pesar de que estábamos hambrientos. 


Pasamos por entre las islas Canarias y la costa de Africa, hasta que, al llegar a la desembocadura de un río, nos detuvimos. Había en las orillas algunos árboles aislados que parecían olivos. Este árbol, el argán, tiene un fruto parecido a la aceituna, aunque más redondo y amarillo. A la hora de remontar el río nos detuvimos delante de una fortaleza arruinada. Dicen que por allí, en los límites del Atlas, se encuentran estos poderosos castillos antiguos. Nadie sabe quién los ha construido ni contra qué clase de enemigos se hicieron. El castillo aquél era de piedra labrada y de torres con arcos. Inmediatamente de llegar abrimos apresuradamente los cofres de Zaldumbide. El primero produjo un gran desencanto: había dentro una porción de baratijas de las que se empleaban para regalar a los reyezuelos africanos. Los otros cofres costaron mucho trabajo abrirlos, y los encontramos llenos de monedas de oro y de joyas. Todos hubiéramos querido apoderarnos de aquellas riquezas; pero al oír al capitán que no estábamos en seguridad porque el crucero inglés andaría buscándonos, decidimos enterrar los cofres. 

El capitán nos indicó una peña cónica como el mejor punto para guardar el tesoro; nosotros hicimos un agujero al pie de esta peña y enterramos los tres cofres. Habíamos acabado esta operación, cuando se presentaron media docena de moros, sarnosos, desharrapados, armados con fusiles antiguos. Habían pensado, sin duda, sorprendernos; pero al vernos en mayor número y también armados, se manifestaron como amigos. Les propusimos cambiarles un rifle por dos corderos y ellos aceptaron. El capitán dijo que sería prudente que nos fuéramos a la ballenera, pues estos moros eran todos traidores. De paso dejamos sin un fruto los árboles de argán que fuimos encontrando. Nos metimos en la ballenera y quedó uno de guardia en un alto. Estábamos esperando, cuando sonó una descarga cerrada, y el centinela y cuatro de los que estaban a mi lado cayeron a tierra. Entre ellos, Burni. Me acerqué a él, pero estaba muerto. Toda una partida de moros avanzaba escondiéndose. Nos metimos en la barca y remamos con furia hacia el centro del río; la corriente nos llevaba hacia el mar; así que nuestra única preocupación fué alejarnos de la orilla. Los moros aparecieron a la descubierta. Algunos de ellos se metieron valientemente en el agua, y dos se quisieron subir en la ballenera; Arraitz le dió a uno tal golpe en la cabeza con la culata del rifle, que los sesos saltaron por el aire. El otro huyó. Los de la orilla siguieron disparando. Ya no nos hicieron ninguna baja; en cambio, nosotros tuvimos el gusto de tumbar una docena lo menos de aquellos sarnosos. Salimos de allá con la intención de coger la isla de Lanzarote..."

2 comentarios:

Mertxe dijo...

Recuerdo el pasaje... Ando con ganitas de reler a don Pío. Investigaré en la biblio de Mataró.

Glo dijo...

Yo coincido contigo en leer de papel y no de pantalla. La segunda me fatiga. Pero, que sepas que mucha de la obra de Baroja está disponible "on line".