Creo que el cine, y en general todo lo audiovisual, lleva algún tiempo en vía muerta. Y no porque haya dado todo de sí, ni mucho menos.
En la docencia, por ejemplo, pudiendo ser la más formidable de las herramientas, tiene un desarrollo ridículo. Un libro contiene una cantidad abrumadoramente mayor de información que el mejor documental sobre el mismo asunto, por el mero hecho de que se supone
que los espectadores "se cansan". Esto muestra, con toda evidencia, que el medio se encuentra lastrado por su nacimiento como un "entretenimiento" dependiente del mercado de masas. Como si un producto audiovisual sólo pudiera exponerse en público (aunque sea el reducido público de un aula), y no estudiarse en privado.
El atractivo de aquellos "realities" en los que se muestra el trabajo de los profesionales, se basa, precisamente, en su eficiencia didáctica. El protagonista de "La maman y la putain", hablando de algo tan insignificante como hacer una cama, reduce todo el valor del cine, precisamente, a eso:
"... - ¡Qué extraña forma de hacer la cama.
- Lo vi en una película. Para eso sirven las películas..."
2 comentarios:
Una buena película, que las hay, incluso norteamericanas, sirve, entre otras cosas, para ahorrarte un montón de horas leyendo una mala novela (como son la mayoría). Es decir, el cine ahorra tiempo. Ya es algo.
Las películas norteamericanas suelen tener unas calidades dificilmente superables, pero la "manera" de hacer de la sociedad en la que nacen, conduce a resultados que no son de mi agrado. Alejandro Amenábar describe esto que digo, comparándolo con un coro que tararea lo mismo que el director, pero que le va llevando adonde no deseaba.
La relación entre literatura y cine me ha parecido siempre dudosa. Los "medios" son tan dispares que difícilmente pueden guardar relación, salvo que lo que se lleve al cine sea una obra de teatro.
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