La ciudad nace de la posibilidad de que se me coman a mí y lo mío. El origen de la ciudad es una empalizada. Dentro estamos yo y lo mío, y fuera, lo que quiere y quien quiere depredarme. También está fuera mi caza (de la que otras ciudades forman parte), mi cosecha, y la basura que arrojo por sobre la empalizada.
Pero yo no estoy solo dentro. La regulación de esa forzosa convivencia con otros es el objeto de lo propio de la ciudad, que es la política; también la organización de la defensa y del ataque; y la valoración positiva de lo de dentro y el descrédito de lo de fuera.
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