En el Museo Heidi Weber (una de sus últimas propuestas), Le Corbusier retoma lo ya experimentado en Chandighar, aunque la violencia climática del Punjab justificaba la segregación de la cubierta, mientras que en Suiza, la misma solución se convierte en un extraño lujo.
Curiosamente, un arquitecto de trayectoria diferente a la de Le Corbusier, como Mies van der Rohe, se debatió en sus edificios con el mismo problema de coherencia estética: una vez asumida la independencia de los elementos (al menos de los formales, como pilar, forjado, cerramiento, cubierta, etc.), ¿cómo ordenarlos? Así, mientras Le Corbusier independizó la cubierta sobre la caja, a costa de la aparición de un muy ambiguo espacio intersticial, Mies van der Rohe desplazó los pilares del interior hasta el cerramiento, y después, volvió a independizarlos, pero situándolos por fuera. En este último caso (que culmina en la Neues Galerie de Berlín), el lujo nace de la decisión radical de atenerse a esa estructura exterior, eliminando la posibilidad de que existan apoyos interiores, unida a la voluntad de "afinar" el canto de la cubierta para hacer de ella, más claramente, un "plano", aunque fuera un "plano grueso". El resultado es complejo de calcular, delicado de construir y montar, exigente de mantener, y que además ha de permanecer vacío e indiviso (preferiblemente dedicado a la contemplación) porque, de otra manera, no sería perceptible el logro, ni tendría sentido el esfuerzo realizado para conseguirlo. Un verdadero templo de la religión estética.
Igualmente curioso es que la solución final de Mies, naciera también de la necesidad de protegerse del sol, aunque en este caso fuera el del Caribe (proyecto no construido para la sede de Bacardi en Santiago de Cuba).
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