30.6.13

EVOLUCIÓN DE LOS SERES VIVOS Y CAMBIOS AMBIENTALES

Es muy común la idea de que la evolución es un proceso en el que seres vivos se adaptan a su ambiente.  Y sin duda que esto sucede, pero el proceso puede ser más complejo. La historia de la vida de algunas especies vegetales, como las encinas (Quecus ilex) y las hayas (Fagus sylvatica), muestra que mantener una cierta inadaptación puede ser un beneficio potencial para el futuro. 

Así, después de miles de años de bonanza climática, a las que, efectivamente, las encinas se habían adaptado en su variedad "ilex" (Quescus ilex var. ilex), la última glaciación redujo la población de esa variedad a las zonas costeras de la península ibérica, menos castigadas por el frío y la sequedad. La variedad mantuvo la morfología lauroide de sus hojas y también el amargor de sus frutos, mientras que la variedad "rotundifolia" (Quercus ilex var. rotundifolia) redujo el tamaño de sus hojas y se benefició de la relación con los animales (incluida nuestra especie), proporcionándoles frutos dulces en lugar de amargos (aunque el proceso no se ha completado, pues no todas las encinas "rotundifolia" dan bellotas dulces). En la actualidad, a pesar del fin de la glaciación, la extensión de la variedad "ilex" no se ha incrementado, habiéndose producido, incluso, una hibridación parcial con la variedad "rotundifolia" que ha llegado hasta las áreas donde la variedad "ilex" se encontraba relegada. Lo que sí ha sucedido es que los seres humanos hemos puesto un especial interés en esa variedad, que quizá evite su desaparición.

El caso de las hayas ha sido muy parecido al de las encinas, aunque con resultado muy diferente. También confinadas en parajes de clima más benigno (en este caso, de Europa central), este ser "inadaptado" encontró óptimas las condiciones inmediatamente posteriores al final de la glaciación, a lo que pudo favorecer su hibridación con otra especie de haya, hoy desaparecida. El resultado fue una vertiginosa extensión de la especie por el subcontinente, que en su etapa final estuvo favorecida por el ser humano, que obtenía de ella el carbón vegetal necesario para la fundición de metales y la fabricación de pólvora, entre otros usos.

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