Hace un tiempo leí una de esas frases con las que a la gente nos gusta resumir vastas y complejas parcelas de la realidad. Aquella sentencia decía que, en definitiva, la filosofía no era más que un producto literario.
Su atractivo creo que se encuentra en que:
- define una realidad indudable, aunque
- no es más que una cáscara bajo la que se transparenta un mero juego de palabras, creado al invertir los términos de otra sentencia:
que la literatura es, en definitiva, un producto del pensamiento.
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