Envuelto el mundo en narcóticas sábanas
nada tiene ya que ofrecer
a no ser este final.
En la noche cálida
la marchita sacerdotisa de Hécatecon los senos desnudos arriba en la terraza
implora un plenilunio artificial, mientras
dos siervas adolescentes que bostezan
mezclan en calderos de bronce
aromáticos filtros.
Mañana cuantos gustan de perfumes se saciarán.
Su pasión y sus afeites
son como los de la trágica
albayalde ya agrietado.
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
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