7.7.14

CARTA A REX WARNER VECINO DE STORRS CONNECTICUT U.S.A. EN SU SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO, DE II ÚLTIMOS POEMAS (1968-1971), DE CUADERNO DE EJERCICIOS II, DE SEFERIS

CARTA A REX WARNER, VECINO DE STORRS, CONNECTICUT, U.S.A., EN SU SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO

Cuando nos conocimos
hablabas de la caza del pato salvaje
en el Despotado de los Hermafroditas;
allí el campo de fútbol
había conocido la vergonzosa matanza.
Volvía yo de un bello estadio de mármol
donde el voluntario corredor de un maratón
contemplaba herido navegar la curva en sangre.
Así te sentí y nos hicimos amigos.

Íbamos por un país devastado por la guerra
hasta los muñecos de los niños los habían mutilado.
La luz fugaz y poderosa
mordía y petrificaba todo.
Paseábamos por entre
bicicletas y cometas
dirigíamos la mirada a los colores pero nuestra charla
se desviaba hacia aquel horror en carne viva.

Pasaron los años y volví a encontrarte
en tierras de vegetación exuberante
donde a veces acecha la hiedra ponzoñosa
y los niños aplicados aprenden
a deletrear la sabiduría de los libros
y el laberinto del amor.
Citabas siempre a Homero y su linaje.
Trepaba por un árbol gigantesco
a quiebros temblorosos una ardilla
sin cesar más alto cada vez
que mirabas sonriente.
Separación es siempre nuestra vida
y la presencia, más difícil.

Ahora yo vuelvo a imaginarte aquí
en la metrópoli tentacular.
Todo pura televisión
difícil tocar algo de cerca.
Dentro de una cálida noche de electricidad
en una impenetrable soledad de fondo
los rascacielos encendidos
ostentan sus bruñidas cristaleras
como la piel de un cetáceo inmenso
revolviéndose en la espuma.
La gente variopinta que los puebla
la incontable muchedumbre arracimada
se ha marchado en una hora como esta
hacia los goces y otras inquietudes.
Se han quedado vacíos, sin un alma
como los nidos de aquel gorrión
al que apodan "amistoso"
-Philetaerus Socius- nidos de múltiples cubículos
pueden verse en la acacia espinosa
y en el museo, si los buscas.
"Estoy triste por la calabaza"
murmuraba el profeta Jonás
a la vista de la gran Nínive.
Esta reflexión dota de sentido a los sueños que despierto
reunió en su esforzada misión:
Toros y corceles boquiabiertos
y lengua veloz como un puñal.
Un Teotocópulo emigrado como el abismo de la Resurrección
usando un lenguaje 
que nadie comprende.
Y este escultor
que veía solo el cielo
y luchaba contra el espacio voraz
que roía la estatua entre sus manos
un poco más cada vez y más descarnada
hasta la nada.
Muy profundo se hundieron los años en que el efebo
     Megacles
con su aribalo de atleta colgado de su mano izquierda
sosteniendo con tres dedos
un fruto de granado
fue a ofrecérselo delicadamente 
a Perséfone.

Ahora en tus sesenta años no puedo
regalarte nada
sino este inútil gorjeo.
Sin embargo afirmo que me han cercado y me incitan
en prieta bandada los amistosos gorriones.

Nueva York, junio 1965.
Princeton, N. J., invierno 1968.


Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña

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