A variar una leyenda contribuimos
nosotros y los demás
como también los viejos reducidos a cenizas,
aquellos que tenían cayados en sus manos y hablaban quedo.
El baño enfangado, la red, el puñal,
la púrpura y la voz que preguntaba por la mar,
quién podrá agotarla,
nutrían nuestra existencia.
Bebimos poco a poco nuestro amor
aceptamos ingerirlo por puro mitridatismo;
hasta que al fin acabó por consumirse.
Es cierto, nuestro pueblo
nos ha engañado siempre con cordura.
Acabe ya mi vida, esta existencia
entre el Pentélico, el Himeto y el Parnés.
No obstante, las raíces,
las raíces no se pudren fácilmente,
no se van fácilmente los miasmas
de la sinrazón, la injusticia, la vacuidad.
Tres mil años o más
en estas mismas rocas
llevamos pagando la variación de la leyenda.
¡Compadécete de los que todavía esperan!
26-XI-1934.
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
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