Sin túnica sin labios sin ojos
modestos régulos con cortesanos y concubinas
y todo lo que ha desembarcado el navío cretense
abajo en el puerto de Halicarnaso;
esclavas de senos turgentes educadas por serpientes
y acróbatas enquencles educados por el toro
¡cuánta mercancía!
y comerciantes con las cuentas del Laberinto.
Sin túnica sin labios sin ojos
todos intentan desnudarse de la tierra,
lo desean
incluso desde esas laderas
que descubren tantos senos a la luna
y a ese hombre apoyado reposando
al pie de la columna de los epígonos mientras escucha,
entornados sus párpados, cómo escarban
ranas y chicharras.
Lavandra, 27-VI-1950.
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
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