La arquitectura peninsular antigua es sobrecogedora. Olvidada, desplazada de los centros de poder con el paso de los siglos, lo que llega a nosotros nos provoca simultáneamente extrañamiento y familiaridad. Y la sopresa de una calidad, una elegancia, una falta de atención a la repetición y al convencionalismo, que contrasta con, por ejemplo, el aburrimiento que Borges encuentra en la literatura en castellano. No parecen productos de la misma sociedad. Porque no es que haya algún edificio de gran calidad: es que cada aldea tiene una iglesia, ermita y palacios que sorprenden por sí mismos y por el orden espacial urbano que crean y en el que se insertan.
2 comentarios:
Lo visité el pasado otoño. ¡Qué maravilla todo el conjunto del castillo!
La arquitectura peninsular antigua es sobrecogedora. Olvidada, desplazada de los centros de poder con el paso de los siglos, lo que llega a nosotros nos provoca simultáneamente extrañamiento y familiaridad. Y la sopresa de una calidad, una elegancia, una falta de atención a la repetición y al convencionalismo, que contrasta con, por ejemplo, el aburrimiento que Borges encuentra en la literatura en castellano. No parecen productos de la misma sociedad. Porque no es que haya algún edificio de gran calidad: es que cada aldea tiene una iglesia, ermita y palacios que sorprenden por sí mismos y por el orden espacial urbano que crean y en el que se insertan.
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