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Lo que más recuerdo de este roble son sus aromas: el del humo de su leña y el de la putrefacción de sus hojas.
En Lugo y en Gantabria he disfrutado de sotos de roble. En el País Vasco, sólo de ejemplares aislados. El quejigal de Cantabria que yo conozco es comunal y hace poco una topoderosa compañía eléctrica arrasó, prepotente e impunemente, con unos miles de metros cuadrados del mismo para que no estorbaran a una de sus líneas de alta tensión. En el País Vasco se habla y se imagina mucho del roble, pero se planta poco: sólo folclórica, simbólicamente.
En Lugo y en Gantabria he disfrutado de sotos de roble. En el País Vasco, sólo de ejemplares aislados. El quejigal de Cantabria que yo conozco es comunal y hace poco una topoderosa compañía eléctrica arrasó, prepotente e impunemente, con unos miles de metros cuadrados del mismo para que no estorbaran a una de sus líneas de alta tensión. En el País Vasco se habla y se imagina mucho del roble, pero se planta poco: sólo folclórica, simbólicamente.
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