De lo primero que me sorprendió de los húngaros (y de otros centroeuropeos), fue su completa falta de ese horror vacui, de ese temor por llegar a aburrir que caracteriza el periodismo de otras culturas (miedo al silencio, a las pausas, a las secuencias largas, con el resultado de un frenesí agotador). Un placer que se combina con el respeto hacia las piezas musicales, cuando se incluyen, ya que los movimientos suenan completos (las películas emiten los créditos completos).
Pinchando en la foto (de Mathe Zoltan encontrada aquí) se accede a una larga retahíla de pasadas de tren. Antes y después los pájaros cantan largamente.
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