Leí una biografía de ti, Santa Teresa, en mis mocedades buscando algo tan fuera de lugar (vivo en el País Vasco), como la esencia de la españolidad. Envuelto en un nacionalismo vasco estulto, hipócrita, deshonesto, España era como un ideal resplandeciente. No importa lo que viniera después (el conocimiento de la miseria propia del nacionalismo español): la sensación de la patria y los ecos de su gloria perduran en mí en forma de sentimiento.
Pero, ¿qué queda de todo ese batiburrillo de cuentos culturales, cuentos políticos y cuentos religiosos? Creo que queda la honestidad inquebrantable y la búsqueda de la verdad sobre la certeza de que, como bien aseguraste, Santa mía, "todo es nada". Y mi paisano Unamuno, a través de Pedro Cerezo Galán, me ejemplificó cómo proceder hoy, a través de los cataclismos contemporáneos, conforme a ese ideal. Porque la españolidad estriba en la honestidad a rajatabla, y la búsqueda de la verdad caiga lo que caiga, incluida España, y caiga quien caiga, incluida mi propia persona, e incluso Dios.
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