Ciertos hechos, como los cotidianos, sólo ocasionalmente se recogen en crónicas históricas marginales. La mayor parte son pasados por alto a pesar de que las vicisitudes experimentadas por las personas son bien reales y afectan a buena parte de la población.
Uno de tantos casos ha sido el del antiguo condado de Marmaros, en Hungría, que sufrió su desmembramiento y anexión a los países vecinos.
Situación del antiguo condado de Marmaros en el mapa político actual.
La peculiaridad de su caso es que presentó una secuencia de regresiones, pasando de estar administrado por Hungría (hasta 1920), a estar administrado por Rumanía (hasta 1940) y Ucrania (hasta 1939), convirtiéndose parcialmente en estado independiente durante un solo día de 1939, para pasar de nuevo a ser administrado por Hungría (parcialmente desde 1939 y completamente desde 1940, hasta 1944), y finalmente, de nuevo, por Rumanía y Ucrania (a partir de 1944).
Lo que nos ocupa aquí son las vicisitudes de los habitantes de ese territorio para con sus países. Y no solo por dificultades como los cambios de idioma, de educación, de atención médica, de comunicaciones, de pensiones, de impuestos y demás burocracia, sino por los patriotismos, fingimientos, represiones y demás asuntos sociales relacionados con la fidelidad a la patria.
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A todo lo dicho anteriormente puede unirse la consideración del territorio étnico (o histórico, como dicen algunos), de Rutenia, que fue sólo parcial y brevemente un estado independiente (un solo día), y al que correspondió también Marmaros.
Este es otro "ámbito de fidelidades", que no corresponde a situaciones de hecho, sino a nostalgias nacionalistas como las descritas por Juaristi en su El bucle melancólico. Pero de esto, en Maramures, no tengo constancia. Y es que estos acontecimientos no me han llegado de mis conocidos emigrados desde allí, ya que, cuando se les interpela sobre ellos, guardan silencio o dicen no saber.
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Teniendo así el panorama completo, el silencio de sus habitantes es comprensible por no saber a qué atenerse. Lo que no estorba para que haya oportunistas que pretendan convencer de (y la mayor parte de las veces, imponer) sus fidelidades a los demás. Un motor de muchas violencias y penalidades.
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