Igual que me sucede con la conciencia de la muerte, la manifestación de la vileza me sorprende hasta anular mi confianza en el ser humano.
Mis vecinos cambian sus apellidos para sentirse "integrados" en la nueva manada. Y no es que modifiquen algunas letras para que "suenen" más conformes con los paradigmas de moda (algo ya triste en sí mismo), sino que, sencillamente, los hacen desaparecer. Y así, los apellidos, y con ellos la memoria del desgraciado padre, son sustituidos por los de la madre, mejor sonantes en el nuevo statu quo.
Pero como antes hubo otras manadas que impusieron otras exigencias, y alguna memoria queda de aquello, se aprecia bien que la sumisión es la misma, y lo mismo es el disfrazar de convicción la cobardía. En aquel entonces se avergonzaban de lo suyo y deseaban olvidarlo con exactamente la misma aparente convicción de la que hoy lo defienden.
En el colmo de la degradación, ¿llegaré yo también a verme escupiendo con desprecio burlón las tumbas de mis mayores, como observo que hace esta gente? ¿Uno piensa que son seres humanos y son solo bestias, o este pensamiento forma parte de la misma inhumanidad?
"... Pues bien, creyendo hallarse entre amigos, Mick evoca sus años de infancia, mientras bebe cerveza con los parroquianos del pub de Paddy Callinan: «Allí —dice—, en el viejo molino, muchas noches se contaban historias de nacionalistas.» Entre los que escuchan los recuerdos de Collins se encuentran los activistas republicanos que, al día siguiente, dispararán sobre él..."
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