Luis Jar Torre es un marino que escribe sobre temas del mar actual. Acostumbrado a las obsoletas descripciones que de ese mundo hacen los novelistas clásicos, frecuento sus páginas con fruición. A continuación, y en las entradas posteriores, reproduzco "crimen imperfecto", uno de sus relatos:
"El 17 de Enero de 1980 un buque perteneciente a una naviera inglesa de postín se topó con un petrolero liberiano que se hundía con calma chicha y sin causa aparente. Considerando su proverbial renuencia a dejarse impresionar por nadie en la mar, es improbable que los británicos se formaran un gran concepto del grupo de náufragos que trataba de acercárseles en un par de botes, pero posiblemente no les impresionara tanto su historia (un vulgar relato de explosiones misteriosas) como el virtuosismo de su maniobra de abandono, que según contaron hubieron de efectuar a uña de caballo. En pocas semanas tal maniobra había degenerado en leyenda entre quienes frecuentábamos aquella ruta pues, en el escaso tiempo de que dispuso, la tripulación no solo había conseguido ocupar y arriar los botes con la ropa de los domingos y las maletas hechas, sino poner a salvo el “entrepot” e incluso preparar algunos sandwiches para mejorar las raciones de emergencia. Semejante “clase práctica” habría justificado cierta desmoralización entre los británicos, pero el “fair play” brilló por su ausencia y, en lugar de un discreto reconocimiento, durante las investigaciones subsiguientes surgieron comentarios harto indiscretos. Así, en lugar de atraer la atención de los expertos en seguridad marítima, los náufragos acabaron despertando la curiosidad de Scotland Yard, sufriendo múltiples inconvenientes y la contrariedad de ver su gesta inscrita en el Libro Guinness de los Records no como el abandono de buque más eficiente de la historia... sino como el fraude del siglo.
En pocos ámbitos se concentran tantos huevos en una cesta como en el transporte marítimo, donde personas que no dejarían a nadie las llaves de su utilitario pueden encargar a un agente al que no conocen que les localice un barco baratito para transportar dos mil “4x4” último modelo o veinte mil toneladas de gasolina, que acabarán a bordo de un cascajo valorado en una fracción de la carga que transporta y en manos de un perfecto desconocido para ambos. Obviamente existen los seguros, y los de naufragio están a la orden del día, pero no parece razonable que alguien pueda robarte doscientas mil toneladas de crudo, siquiera porque nadie dispone de los diez mil camiones cisterna o el millón de bidones necesarios para transportar el botín a un improbable perista con veinte millones de petacas en la trastienda. Con todo, la posibilidad de generar un plan de pensiones a costa de la carga ha debido ser un ejercicio teórico para marinos mal pagados desde los tiempos de los fenicios; sin ir más lejos, las penurias de nuestra posguerra inspiraron a alguno de nuestros mayores ideas tan creativas como transportar pequeñas partidas de carga por cuenta propia, pero normalmente la cosa no pasaba de sucedáneos de sueldo semi-tolerados. Por eso, cuando “Radio Macuto” me transmitió por VHF durante una guardia que lo imposible acababa de ocurrir, mi respuesta fue un “no me lo creo”. Debí creer a mi desconocido colega, pero entonces yo era un jovenzuelo al que todavía quedaban muchas malas artes que aprender. Lo que sigue es la historia de una “operación comercial” que nunca conoceremos en todos sus detalles porque el “perista” resultó ser una potencia media y el “primo” una multinacional de primer orden. Comprensiblemente, no hubo informes demasiado extensos..."
Luis Jar Torre
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