Es curioso. Hasta que no sales de casa, de tu tierra quiero decir, no sabes lo diferentes que pueden ser los edificios. Es el cielo, el aire, el color de un trozo de hierba... He entendido por fin que nosotros mismos somos plantas de una tierra, lo queramos o no, ésta es nuestra inmutable naturaleza. Somos capaces de vivir en cualquier parte, de adaptarnos y evolucionar, pero en el fondo de nuestro ser siempre vive esa raíz insobornable que nos clava tan hondo en los lugares en que nacimos.
Mucho calor en el Mediterráneo, la bruma se está comiendo poquito a poco el mar. En Donosti esto sería una tormentar de narices dentro de unas horas, aquí, seguramente, esta tarde a la hora del crepúsculo todo será suave y rosa, rosa el mar, sí, tendrías que verlo...
Yo en Madrid era todo nostalgia. Me sentía un tilo muerto de sed en mitad de la estepa, y aburría a mis compañeros escuchando (y cantando) sin parar melancólicos temas de Cesaria Évora.
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Es curioso. Hasta que no sales de casa, de tu tierra quiero decir, no sabes lo diferentes que pueden ser los edificios. Es el cielo, el aire, el color de un trozo de hierba... He entendido por fin que nosotros mismos somos plantas de una tierra, lo queramos o no, ésta es nuestra inmutable naturaleza. Somos capaces de vivir en cualquier parte, de adaptarnos y evolucionar, pero en el fondo de nuestro ser siempre vive esa raíz insobornable que nos clava tan hondo en los lugares en que nacimos.
Mucho calor en el Mediterráneo, la bruma se está comiendo poquito a poco el mar. En Donosti esto sería una tormentar de narices dentro de unas horas, aquí, seguramente, esta tarde a la hora del crepúsculo todo será suave y rosa, rosa el mar, sí, tendrías que verlo...
Yo en Madrid era todo nostalgia. Me sentía un tilo muerto de sed en mitad de la estepa, y aburría a mis compañeros escuchando (y cantando) sin parar melancólicos temas de Cesaria Évora.
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