3.12.09

EL SÉNECA DE MARÍA ZAMBRANO

He comenzado "el pensamiento vivo de Séneca", de María Zambrano. Estoy en su punto medio, en el que la autora ha expuesto sus tesis y comienza la selección de textos de Séneca. Zambrano ha pintado la época del cordobés de una forma que parece la actual. Una época de profunda crisis en la que se tambalean las creencias que habían estado vigentes hasta ese momento, en una sociedad abrumada por el poder del estado. Séneca fue un descreído cuyos escritos parecen ser, en su mayor parte, cartas de consuelo a amigos en algún momento de desgracia. Se trataría de una figura similar a la del cura ateo protagonista de la novela "San Manuel Bueno mártir" de Unamuno.

Me gusta que la autora haya incluido en su libro una selección de textos de Séneca. Lo que nos evita a los lectores buscarlos por nuestra cuenta.

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Después de la lectura salgo a la calle. Huele a invierno y eso me hace sentir por un instante la misma felicidad de cuando de estudiante en Navarra descubrí la Roma antigua en los pedazos de piedra apenas con forma, apartadas a un lado del camino; en los paisajes que evocaban los de un Mediterráneo ideal; y en esas otras ruinas del pasado (mucho más poderosas que las inertes) que somos nosotros, como diría Yorgos Séferis. Ese conjunto de sensaciones, imágenes e ideas constituyen la razón última que me mueve a sumergirme en libros como el que ahora me ocupa.

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