8.3.10

AGUA LEGAMOSA

Para llegar a Santoña hay que atravesar unas extensas marismas. Probablemente se pensó en ellas como barrera cuando se construyó la prisión de El Dueso. Recuerdo dos relatos, uno de Kipling ("la aldea de los muertos", perteneciente a "la litera fantástica") y otro de Baroja (de "las inquietudes de Xanti Andía") en los que aparecen un tremedal de arenas movedizas y una ciénaga que cumplían esa función.



Allí los prados verde esmeralda se encuentran con el agua salada sin transiciones.



El mar llega como cansado a sus pies. Allí terminan olvidadas, y allí se pudren, todas las cosas.



Después de una mañana esfuerzo y dificultades en la nieve, agradecí el calor del sol, la suavidad del aire y hasta el olor a podredumbre del cieno.

Me miro las manos y las tengo llenas de pequeñas heridas causadas por el frío.

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