Salimos de casa con los niños, camino del "bosque profundo". Con ese nombre la abuelita quería despertar su curiosidad, aunque por el camino terminó por salir el fastidioso mito de los lobos, que procuramos olvidaran echando el asunto a barato y explicándoles por extenso lo que realmente hacen los lobos, que es llevarse las ovejas y las cabras, pero no a las personas. La luz de la tarde era intensa, pero el aire fresco hacía que caminar a pleno sol no resultara molesto. A la vera del camino comenzaron a aparecer hileras de robles, y pronto aumentaron en número hasta que nos encontramos en la espesura. Es un bosque relativamente joven, cuyos troncos pueden abarcarse todavía con las manos (pulgar con pulgar y corazón con corazón) y que apenas alcanzan los cinco o seis metros de altura. Los árboles son todos allí Quercus pyrenaica, que la gente llama quejigos, por lo que el bosque que forman es un quejigal. En otros lugares son denominados melojos, con algo más de propiedad, pues sus hojas exudan, por un solo día, un líquido dulce llamado maná. Hojas pilosas que en otoño se resisten a caer, pero que terminan por tapizar el suelo al aparecer los primeros brotes de las hojas nuevas en la primavera siguiente. Es una especie de transición entre el clima atlántico y el mediterráneo, cuya madera es de algo menos calidad que la de otros robles.
La luz se atenuó bajo las copas y el sotobosque apareció desnudo, aunque plagado de tocones, característicos de estos árboles, que emiten muchos brotes de raíz. El lugar fue mostrando sus atractivos ocultos: un hormiguero aquí, el camino que se bifurca y se vuelve a bifurcar... y finalmente, algo inesperado para todos: setas. Causaron sensación entre los niños y también entre los mayores, que dedujimos producto de las intensas lluvias del final de la primavera, que habían convertido la mitad del verano en un otoño adelantado. A partir de entonces coparon la atención de todos y la bolsa de plástico se fue llenando de sombreros grandes y pequeños.
La luz se atenuó bajo las copas y el sotobosque apareció desnudo, aunque plagado de tocones, característicos de estos árboles, que emiten muchos brotes de raíz. El lugar fue mostrando sus atractivos ocultos: un hormiguero aquí, el camino que se bifurca y se vuelve a bifurcar... y finalmente, algo inesperado para todos: setas. Causaron sensación entre los niños y también entre los mayores, que dedujimos producto de las intensas lluvias del final de la primavera, que habían convertido la mitad del verano en un otoño adelantado. A partir de entonces coparon la atención de todos y la bolsa de plástico se fue llenando de sombreros grandes y pequeños.
2 comentarios:
Otra lección que te agradezco.
(Continúo mi paseo vertical...)
Un saludo.
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