7.9.10

LOPE DE AGUIRRE

"Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos Invencible:

Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo, cristiano viejo, hijo de medianos padres, en mi prosperidad hijodalgo, natural vascongado en los reinos de España, de la villa de Oñate vecino. En mi mocedad pasé el mar océano a las partes del Perú por valer más y por cumplir con la deuda que debe todo hombre de bien. Con la lanza en la mano, en veinticuatro años te he hecho muchos servicios en el Perú en conquistas de indios y en poblar pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros en que me he hallado por tu real corona y nombre, conforme a mis fuerzas y posibilidad, sin importunar a tus oficiales por pagas ni socorros, como parescerá por tus reales libros. Bien creo, Excelentísimo señor, aunque para mí y mis compañeros hayas sido cruel e ingrato, que por tan buenos servicios como has recibido de nosotros me creerás en lo que te dijere, aunque también creo que te deben engañar los que te escriben destas tierras, como estás tan lejos dellas.

Avísote (o acúsote), Rey español, que estos tus Reinos de Indias tienen necesidad de que haya toda justicia y rectitud para tan buenos vasallos como en estas tierras tienes, aunque yo, por no poder sufrir más las crueldades que usan tus oidores y visoreyes y gobernadores, he salido de hecho con mis compañeros, que después diré, de tu obediencia y desnaturarnos de nuestras tierras, que es España, para hacerte en estas partes la más cruel guerra que nuestras fuerzas pudiesen sustentar y sufrir. Esto cree, Rey y Señor, nos ha hecho no poder sufrir los grandes pechos, premios y castigos injustos que nos dan tus ministros; que por remediar sus hijos y criados nos han usurpado y robado nuestra fama, vida y honra, que es lástima oír el mal tratamiento que nos han hecho.

Y yo estoy manco de mi pierna derecha, de dos arcabuzazos que me dieron en el valle de Chuquinga, con el Mariscal Alonso de Alvarado, siguiendo tu voz y apellido contra Francisco Hernández Girón, rebelde a tu servicio como yo y mis compañeros al presente somos y seremos hasta la muerte, porque ya de hecho hemos alcanzado en estos reinos cuan cruel eres y quebrantador de tu fe y palabras, y tenemos en estas tierras tus perdones por de menos crédito que los libros de Martín Lutero; pues tu visorey y Marqués de Cañete, malo, lujurioso, ambicioso y tirano, ahorcó a Martín de Robles, hombre señalado en tu servicio, y al bravoso Tomás Vázquez, conquistador del Perú, y al triste de Alonzo Díaz, que trabajó más en el descubrimiento que los pobladores de Moisés en el desierto, y a Piedrahita, buen capitán que rompió muchas batallas en tu servicio y, en Pucará, ellos te dieron la vida, porque si ellos no se pasaran (a las banderas reales), hoy fuera Francisco Hernández (Girón) Rey del Perú.

No tengas en mucho el servicio de estos tus oidores que te escribieron haberte hecho, porque es muy gran fábula si llaman servicio haberte gastado ochocientos mil pesos de tu real caja para sus vicios y maldades. Castígalos como a malos que, cierto, lo son... //... pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla sin ninguna zozobra, te han dado tus vasallos, a costa de su sangre y hacienda, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Mira, Rey y Señor, que no se puede llevar con título de Rey justo ningún interés de estas partes donde no aventuraste nada, sin que primero los que en estas tierras han trabajado y sudado sean justificados sus servicios.

Por cierto tengo que van pocos reyes al infierno porque sois pocos, que si muchos fuérades, ninguno pudiera ir al cielo, porque creo que allí seríades peor que Luzbel, según tenéis la ambición, sed y hambre de hartaros de sangre humana. Mas no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores de edad. Y ansí, Rey y Señor, te juro y hago voto solemne a Dios de que yo y mis doscientos arcabuceros Marañones, conquistadores, hijosdalgo, de no te dejar ministro tuyo a vida, porque ya sé hasta dónde llega tu clemencia. El día de hoy nos hallamos los más bienaventurados de todos los nacidos por estar, como estamos, en estas partes de las Indias teniendo la fe y mandamientos de Dios enteros; aunque pecadores en la vida, sin corrupción como cristianos, manteniendo lo que predica la Santa Madre Iglesia de Roma y pretendemos, aunque pecadores, recibir martirio por los mandamientos de Dios.

Caminando nuestra derrota y pasando todas estas muertes y malas venturas en este río Marañón, tardamos hasta la boca de él a La Mar del Norte más de diez meses y medio. Caminamos cien jornadas justas. Anduvimos mil y quinientas leguas por río grande y temeroso. Tiene de boca ochenta leguas de agua dulce y no, como dicen, por muchos brazos. Tiene grandes bajíos, ochocientas leguas de desierto sin género de poblado, como tu Majestad lo verá por una relación que hemos hecho bien verdadera.

En la derrota que corrimos tiene más de seis mil islas. Sabe Dios cómo escapamos de este lago temeroso. Dígote, Rey y Señor, no proveas ni consientas que se haga ninguna armada para este río tan mal afortunado, porque, en fe de cristiano te juro, Rey y Señor, que si viniesen cien mil hombres ninguno escape, porque la relación que otros dan es falsa y no hay en este río otra cosa sino desesperar, especialmente para los chapetones de España.

Hijo de fieles vasallos tuyos en tierra vascongada, yo, rebelde hasta la muerte por tu ingratitud,

Lope de Aguirre, el Peregrino."

Encontré esta versión de la carta junto al siguiente comentario:

"En 1559 el segundo virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, encargó hacer una «entrada» en el país de los «omaguas» al conquistador Pedro de Ursúa, con la secreta intención de deshacerse de una gavilla de soldados levantiscos. Uno de estos fue Lope de Aguirre, quien al darse cuenta del engaño, se rebeló contra Felipe II, a la sazón el rey más poderoso de la tierra, y le envió esta sorprendente carta poco antes de morir, al ser apresado en el pueblo de El Tocuyo en Venezuela, el 17 de diciembre de 1561. Una copia de esta carta fue hecha publicar por Bolívar."

...

En "Las Inquietudes de Xanti Andía", de Pío Baroja le dedica un capítulo completo:

"Lope de Aguirre, el traidor

Capítulo VI

De muchos capitanes, marinos, aventureros y frailes se ocupaba el libro de la familia; pero, entre todas aquellas historias, la más extraordinaria, la más absurda, dentro de su realidad, era la de Lope de Aguirre, el loco, llamado también Lope de Aguirre, el traidor.

Varias veces leí las aventuras asombrosas de este hombre, que en el manuscrito se contaban con todos sus detalles.

Domingo de Cincunegui, el autor de los Recuerdos históricos de Lúzaro, me ha pedido repetidas veces que registre por todos los rincones de Aguirreche, para ver si se encuentra el viejo manuscrito; pero el infolio no aparece; sin duda, a la muerte de mi abuela, se perdió; quizá a alguno de los marineros que vive ahora en el viejo caserón le habrá servido para encender el fuego. Lo que dice Cincunegui en sus Recuerdos de Lúzaro está tomado de la historia del Perú y de Venezuela. De sus Recuerdos tomo estos datos, para dar una idea de mi terrible antepasado:

Lope de Aguirre nació en el primer tercio del siglo XVI, y era vizcaíno. No se sabe de qué pueblo. En el siglo XVI aparecen tres casas de Aguirre importantes: una de Oyarzun, otra de Gaviria y otra de Navarra. Lope de Aguirre debía de ser de una de estas casas. Llegó Lope al Perú a mediados del siglo XVI, y tomó partido por Gonzalo Pizarro en la rebelión de éste. Durante algún tiempo estuvo a sus órdenes, hasta que le hizo traición y ejecutó contra sus antiguos compañeros actos de una crueldad inaudita.

Era Lope hombre inquieto y turbulento, terco y mal encarado. Condenado a muerte durante una sedición, se evadió y tomó el oficio de domador de caballos. Buen oficio para poner a prueba su bárbara energía. A Lope le conocían entre los soldados por el apodo de Aguirre, el loco. En 1560, el virrey don Andrés Hurtado de Mendoza, confió al capitán vasco Pedro de Ursúa una expedición para explorar las orillas del Marañón en busca de oro. Lope fue uno de los principales jefes de la partida. Una noche, el inquieto Aguirre sublevó a la tropa expedicionaria, y él mismo cosió a puñaladas al capitán Ursúa y a su compañera, Inés de Atienza, que era hija del conquistador Blas de Atienza. Lope asesinó también al teniente Vargas y dirigió un manifiesto a los rebeldes, que le siguieron. Los sublevados proclamaron general y príncipe del Perú a Fernando de Guzmán, y mariscal de campo a Lope de Aguirre.

Como Guzmán reconviniera a Lope por su inútil crueldad, el feroz vasco, que no admitía reconvenciones, se vengó de él asesinándolo y cometiendo después una serie de atropellos y de crímenes.

A la cabeza de sus hombres, subyugados por el terror (ahorcó a ocho que no le parecían bastante fieles), bajó por el Amazonas y recorrió, después de meses y meses, la inmensidad del curso de este enorme río y se lanzó al Atlántico. No contaba Lope más que con barcas apenas útiles para la navegación fluvial; pero él no reconocía obstáculos y se internó en el océano. Lope de Aguirre era todo un hombre. Resistió en alta mar, cerca del ecuador, dos terribles temporales en sus ligeras embarcaciones, y fue bordeando con ellas las costas del Brasil, de las Guayanas y de Venezuela. Allí donde arribaba, Lope se dedicaba al pillaje, saqueando los puertos, quemando todo cuanto se le ponía por delante, llevado de su loca furia.

El fraile de la flotilla se permitió aconsejar, suplicar a su capitán que no fuera tan cruel. Aguirre le escuchó atentamente, y atentamente lo mandó ahorcar. Sintiendo quizá remordimiento en su corazón endurecido, llamó a su presencia a un misionero de Parrachagua, para confesarse con él; y como el buen sacerdote no quisiera darle la absolución, ordenó lo colgaran, sin duda para que hiciese compañía al otro fraile ahorcado. Los aventureros poco adictos a su persona iban sufriendo la misma suerte.

De los cuatrocientos hombres que salieron con Ursúa, no le quedaban a Lope más que ciento cincuenta, y de éstos, muchos iban, por días, desertando. Aguirre, al verse sin la tripulación necesaria para sus barcos, les pegó fuego, y luego se refugió, con su hija y algunos compañeros fieles, en las proximidades de Barquisimeto, de Venezuela. Allí, en el campo, en una casa abandonada, Aguirre escribió un memorial a Felipe II, justificándose de sus desmanes, y para dar más fuerza a su documento, lo firmó de esta manera audaz, cínica y absurda: "Lope de Aguirre, el traidor."

Las tropas del rey, unidas con algunos desertores de Aguirre, fueron acorralando al capitán vasco
como a una bestia feroz, para darle muerte. Quebrantado, cercado, cuando se vio irremisiblemente perdido, Lope, sacando su daga, la hundió hasta el puño en el corazón de su hija, que era todavía una niña. No quiero -dijo- que se convierta en una mala mujer, ni que puedan llamarla, jamás, la hija del traidor. Después mandó a uno de sus soldados fieles que le disparara un tiro de arcabuz. El soldado obedeció. -¡Mal tiro! -exclamó Lope al primer disparo, al notar que la bala pasaba por encima de su cabeza. Y cuando sintió, al segundo disparo, que la bala penetraba en su pecho y le quitaba la vida, gritó, saludando a su matador con una feroz alegría: -Este tiro ya es bueno. Realmente Lope de Aguirre era todo un hombre.

Después de muerto le cortaron la cabeza y descuartizaron el tronco, conservándose la calavera en la iglesia de Barquisimeto, encerrada en una jaula de hierro. Esto es lo que cuenta Cincunegui en sus Recuerdos históricos de Lúzaro, y, poco más o menos, es lo que decía el libro de casa de mi abuela, aunque con muchos más detalles y comentarios. El leer aquellas aventuras de Aguirre me producía un poco la impresión que produce a los niños Guignol cuando apalea al gendarme y cuelga al juez. A pesar de sus crímenes y de sus atrocidades, Aguirre, el loco, me era casi simpático."

Baroja introduce algunas contradicciones, datos nuevos y una importante omisión: el motivo por el que se rebeló contra Ursúa.

Es lógico pensar que los americanos gusten de justificar la rebeldía de Lope de Aguirre y lo pinten como víctima de un engaño, aunque lo cierto es que ese dato resulta fundamental para comprender el porqué último de su actitud desafiante y desesperada.

Lógico parece también que desde este lado del Atlántico se haya omitido ese dato. Los motivos serían los opuestos en lo que a política se refiere, claro está (aunque esta intención es dudosa que en el caso de Baroja). Pero también es muy probable que hayan primado otros de tipo estético, pues si no se conoce el engaño en el que iba, Lope de Aguirre resulta un personaje mucho más atractivo: una mezcla de hombre cuerdo, capaz de llevar adelante una empresa temeraria, y de loco que carece de motivos para iniciarla. Y en este sentido se crearon las versiones cinematográficas de la aventura.

Me impongo la tarea de releer "la aventura equinoccial de Lope de Aguirre", de Ramón José Sender, ya que no recuerdo que mencionara la intención de las autoridades de, aprovechando la expedición de Pedro de Ursúa, "quitar de enmedio" a Lope de Aguirre y a otros como él.

Ya se ve que en este, como es tantos otros asuntos, cada cual barre para casa, y hay que usar las medias verdades de unos y las de otros a modo de piezas de un rompecabezas.

2 comentarios:

Mertxe dijo...

Hace..., bueno, hace muchísimo, regalaron un librito editado por la entonces CAP y hoy KUTXA Gipuzkoa, titulado 'Lope de Aguirre traidor'. Cómo me gustó este tipo. Era el perfecto aventurero (me reí de la pobre Catalina de Erauso). El tío fue a por todas y, si no hubiera sido porque el objeto de su ambición era una patraña, no me cabe duda de que las hubiera conseguido. Luego me leeré de pe a pa tu entrada y, como ya he localizado el citado librito, me lo llevaré esta tarde al espigón para darle un buen repaso.

Gracias, Glo.

Glo dijo...

Lope de Aguirre parece ser uno de esos vascos quijotescos que uno puede encontrarse por la vida. He conocido varios de esos tipos aparatosamente violentos, cuyo fondo no solía no guardar relación alguna con su apariencia. Jorge Oteiza era uno de ellos.

Recuerdo el caso de otro que saló por televisión, calificando de cornúpetas y de rebaño de cabestros carpetovetónicos a los seguidores de Munilla.