la última vez que vi Madrid, Madrid ya no era mi Madrid. Te hablo de 1995. Aquel año se me cayeron al suelo y rodaron hasta la alcantarilla más próxima toda una colección de vivencias, algunas asombrosas, y el recuerdo, también el recuerdo de su cielo. El diurno y el nocturno. A partes iguales. Habían sido muchos años de frecuentarse, por unos y otros motivos, y de pronto la cochambre. Me quedo con la página y, con paciencia (los videos...) pasaré revista a los desencantos ajenos.
Mi experiencia de Madrid también es muy negativa, aun siendo seguramente mejor que la de muchos de esos músicos. Hablo siempre con apasionamiento de todo aquello, porque me sublevaba que la gente no tenga ningún poder para decidir absolutamente nada. Tengo mil veces repasados la aterradora ineficacia de sus servicios públicos, los atropellos constantes de sus legisladores, y un largo etcétera de despropósitos.
Y eso que comencé, como Almodóvar, con una primera impresión muy favorable. Pero aquello fue como una fina capa de hielo que enseguida se resquebrajó bajo el peso de la vida cotidiana.
Una amiga de allí se reía de los profesionales que llegaban de Estados Unidos con la idea de que en el mundo no había nada más duro y exigente que su mercado laboral. Acostumbrados a un cierto respeto, el comportamiento navajero que se encontraban en Madrid les rompía los esquemas.
Pareciera como si los psicópatas, en un momento de renuncio de la sociedad, hubieran tomado el poder e impuesto que el bien común queda excluido de cualquier decisión o ley.
Los de provincias llevamos mal el movernos como pez en el agua en una urbe desmesurada, incluso aquí me viene largo el centro las mañanas de los días laborables. Un abrazo mientras me aferro a mis hábitos cada vez más de carretera local.
4 comentarios:
la última vez que vi Madrid, Madrid ya no era mi Madrid. Te hablo de 1995. Aquel año se me cayeron al suelo y rodaron hasta la alcantarilla más próxima toda una colección de vivencias, algunas asombrosas, y el recuerdo, también el recuerdo de su cielo. El diurno y el nocturno. A partes iguales. Habían sido muchos años de frecuentarse, por unos y otros motivos, y de pronto la cochambre. Me quedo con la página y, con paciencia (los videos...) pasaré revista a los desencantos ajenos.
Amigo Glo, he olvidado, en todos mis comentarios, darte los buenos días. Es que siempre empiezo al revés... (¿Estará mi vida del revés...?)
Mi experiencia de Madrid también es muy negativa, aun siendo seguramente mejor que la de muchos de esos músicos. Hablo siempre con apasionamiento de todo aquello, porque me sublevaba que la gente no tenga ningún poder para decidir absolutamente nada. Tengo mil veces repasados la aterradora ineficacia de sus servicios públicos, los atropellos constantes de sus legisladores, y un largo etcétera de despropósitos.
Y eso que comencé, como Almodóvar, con una primera impresión muy favorable. Pero aquello fue como una fina capa de hielo que enseguida se resquebrajó bajo el peso de la vida cotidiana.
Una amiga de allí se reía de los profesionales que llegaban de Estados Unidos con la idea de que en el mundo no había nada más duro y exigente que su mercado laboral. Acostumbrados a un cierto respeto, el comportamiento navajero que se encontraban en Madrid les rompía los esquemas.
Pareciera como si los psicópatas, en un momento de renuncio de la sociedad, hubieran tomado el poder e impuesto que el bien común queda excluido de cualquier decisión o ley.
Los de provincias llevamos mal el movernos como pez en el agua en una urbe desmesurada, incluso aquí me viene largo el centro las mañanas de los días laborables.
Un abrazo mientras me aferro a mis hábitos cada vez más de carretera local.
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