¡Qué bella es la primavera en estos roquedales de caliza a orillas del Atlántico! Los prados, tan verdes, salpicados de piedras blancas y blancos asfódelos, evocadores del Mediterráneo.
Paisaje al que se llega atravesando una selva impenetrable de laureles y encinas: una laurisilva cuajada de lianas.
Un paisaje que, en ocasiones, recuerda lugares mucho más septentrionales.
Ruscus aculeatus medrando en unas oquedades de la roca caliza, fuertemente atacada por el dióxido de carbono disuelto en el agua de lluvia.
2 comentarios:
Un lugar precioso.
De los más singulares y bellos que haya conocido.
Un saludo.
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