Los seres humanos hemos domesticado perros porque, entre otras razones, tienen un preciso instinto territorial que coincide con el nuestro. Unos mojones de piedra, o unos palos medianamente separados son suficientes para crear una línea imaginaria que desata en ambas especies dos simultáneos y fuertes sentimientos: el de pertenencia y el de exclusión. No digamos si esa línea está definida por la barrera natural que es el agua. Entonces esos sentimientos se desatan con fuerza digna de estudio.
No existe isla en el mundo que, a ojos de cualquier persona, no tenga un carácter distintivo de la tierra más próxima. Pero también es cierto lo contrario: que no existe istmo lo suficientemente estrecho como para que no escape por él esa singularidad, como si se tratara de un potencial eléctrico que desaparece con un mínimo contacto entre las dos partes.
2 comentarios:
Hay mucho tomate con Gibraltar. De una parte muchas sociedades españolas con domicilio social allí, para burlar a Hacienda. El contrabando a cascoporro. La chapuza del tratado Utrech. La inoperancia de las autoridades españolas para hacer cumplir lo pactado. La manipulación informativa del gobierno como cortina de humo, etc.
Saludos.
Aunque pueda sonar a metáfora, el asunto que trato no está relacionado con la política, sino con los sentimientos, que son los que saca a relucir el taxista del reportaje.
Si Gibraltar hubiera sido una isla, podría haber llegado a ser no sólo política, sino sentimentalmente independiente (por ambas partes), pero unido como está a la península, creo que no lo será nunca.
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