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Cada vaguada (y hay tantas en cualquier trayecto), nos supone, en el mejor de los casos, una pequeña molestia. Basta pensar en un vado que conozcamos y en la cantidad de veces que nos hemos encontrado con el mismo barro y hemos tenido que dar el mismo salto. Una solución al alcance de casi todos es buscar una piedra grande y plana, y asentarla lo mejor posible en el centro del obstáculo. Otras soluciones requieren un esfuerzo considerablemente mayor.
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