A cualquier amante de la geografía, como a mí, le habrá sorprendido alguna vez la poca atención que le ha prestado al conocimiento de algún lugar. En mi caso ha habido varios que apenas han recibido de mí poco más que alguna consideración general, siendo Libia uno de ellos. Y de eso hace ya un buen puñado de años (en los tiempos de la caída de Gadafi).
En lo concerniente a la geografía física el país apenas parece contar con los beneficios que proporcionan formaciones montañosas importantes, como las del Atlas a otros países del Magreb como Marruecos, Argelia o Túnez, para los que suponen una fuente de riqueza por su acción retenedora de la lluvia. Una carencia que, por tanto, supone para Libia la ausencia de ríos permanentes importantes. Aún así, el país tiene una distribución climática parecida a la de los países del Magreb occidental mencionados: una franja (no continua), agrícolamente productiva, a orillas del mar Mediterráneo, una zona esteparia más o menos accidentada, y una gran vastedad desértica que forma parte del Sáhara.
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