Hoy me tocó viajar a Derio, uno de los municipios que componen el Txorierri, comarca inmediata a Bilbao por el Norte, y que coincide, aproximadamente, con la cuenca alta del río Asúa. Hay jardines muy cuidados allí, y en uno de ellos encontré estas matas de crisantemo.
Recordé que la flor del crisatemo amarillo es el emblema de la casa imperial de Japón, lo que seguramente sea el origen de la costumbre de utilizarlas para preparar una infusión: el que llaman té de crisantemo. Es muy poético poner unas flores en el agua hirviendo y observar cómo van recuperando, poco a poco, su tamaño y aspecto originales, con ese atractivo color saturado y mate que adquieren las cosas sumergidas.
Al crisantemo le sucede lo que a la rosa: es una flor con la que se ha experimentado para modificar, entre otras características, el número de sus pétalos. Así pueden encontrarse crisantemos que van desde la sencillez una margarita, hasta el abigarramiento de las variedades que forman bolas perfectamente esféricas de tantos pétalos como tienen.
4 comentarios:
El personal, por estas latitudes, le tiene cierta animadversión a los crisantemos, por aquello que los identifica con flores exclusivas de los difuntos. Cosas irracionales del paisanaje.
Gracias por la aclaración sobre la ceiba. Un día de estos a ver si subo una imagen de un orondo ejemplar que tenemos por estos lares. Saludos.
Es muy curiosa ese atractivo que nos provoca lo exótico en tanto que difícil de conseguir o de mantener. En el pueblo de mis abuelos las hermosas flores de una camelia fueron, durante muchos años, objeto de deseo. No tenía frutos, así que no se reproducía, y los intentos por clonarla por esquejes no dieron resultado. Ahora que las camelias proliferan por doquier, nadie se acuerda de aquella que tanto les costó mantener viva cuando la trajeron de América.
Lo que me cuesta entrar en las páginas... De pronto, mis dos ordenadores se han declarado en estado terminal. No sé, estoy desconcertada, me dan ganas de tirarlos al contenedor y aquí paz y después también.
En fin, que a mí no me entusiasman los crisantemos, pero tampoco les hago ascos. Eso sí, lo mismo que al Noma me producen cierto respeto por aquello de su presencia en los cementerios.
Un abrazo, Glo. (Intentaré seguir bajando...)
Los cementerios... Nunca he tenido temor a esos lugares. Es más, los paseo "dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado"...
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