3/01/2010

LE CABANON



El influyente arquitecto suizo Le Corbusier gustaba del Mediterráneo como nos sucede a muchos europeos no mediterráneos, en parte por el mito y en parte por el clima.



Pasaba sus temporadas de descanso en la localidad francesa de Roquebrune-Cap-Martin, próxima a la frontera con Italia. Uno de los pocos lugares de la costa del Mediterráneo francés no barrido por el frío y pertinaz mistral.



En un terreno de pronunciada pendiente, con vistas al mar, construyó su residencia, que llamó "le cabanon", de unos 25 m2, con cubierta de fibrocemento a una sola agua,



y fachada de troncos.



Su interior estaba forrado de cálida madera de cerezo,



con sólo el techo contaba con alguna parte pintada con colores planos y vivos.






Hoy le comenté a mi amigo Eloy que estaba escribiendo esta entrada y me dijo: "... ah, sí: aquel lugar en el que pintaba desnudo..." Porque, en efecto, Le Corbusier se convertía allí en un hombre primitivo que habitaba una cabaña y pintaba.



Siempre me sorprendió esta construcción, que es apenas algo más que la calidez del cerezo y el horizonte del mar recortado en una pequeña ventana. Ni rastro de los elementos del lenguaje moderno que creó. Tampoco los de la arquitectura más arraigada que adoptó más tarde.... ni siquiera una tapia de piedra.

Por una parte, me gusta que alguien que pudo hacer más se conformara con lo poco que necesitamos para ser felices. Pero, por otra, echo en falta que no eligiera una solución constructiva más vinculada con el lugar en el que se encontraba. Así, no me habría sorprendido verle entre muros cubiertos de cal, o incluso en una cueva. Quizá la normativa local sólo le permitió esta solución... o tal vez él lo prefirió así.

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