3.11.09

ESTAMPAS

Un taller de montajes metálicos creo que era lo que habían instalado en aquella iglesia renacentista de algún lugar de Extremadura de cuyo nombre no puedo acordarme. Nos impresionó una gran talla en mediorelieve que ocupaba gran parte de un paño de la nave. Era un águila bicéfala que por el trabajo que se realizaba en el lugar estaba tiznada de hollín. "Si nos dieran una nave en un polígono industrial, nos iríamos", nos comentaba el propietario.

Pero sí recuerdo que fue en Lerma (Burgos), donde encontramos una tienda de productos de jardinería en la entrada principal del palacio ducal. Después de todo aquel recorrido que comenzaba en la puerta de la muralla y cruzaba la gran plaza de armas, con su escenografía monumental, se encontraba uno con el rastrillo y el sulfato para la vid. El patio principal no había salido mejor parado, pues estaba destinado a almacén de un taller de materiales de construcción y las chapas onduladas de fibrocemento aproyaban alegremente en sus elegantes columnas.

Con esos dos casos confirmaba yo la certeza de los relatos de Camilo José Cela como turista de incógnito en la España de posguerra.

El palacio del duque de Lerma fue restaurado hace ya algunos años. Le dieron a las cubiertas un aire escurialense que no tenía y que le resta mucho vigor. Cuando lo volví a ver después de las obras quedé muy decepcionado. También siento que, aprovechando la ocasión, no se reconstruyera el paso elevado entre el palacio y la iglesia que cerraba eficazmente la plaza secundaria que preside de la iglesia, y que simbolizaba tan bien, junto a los escudos de armas duplicados, la estrecha relación entre el poder civil y el religioso que tanto benefició a aquel primer duque de Lerma.



El palacio antes de su restauración, cuando lo visité por primera vez. Fotografía de J. Ramón Arroyo.



Fotografía del mismo edificio tomada este mismo año por los autores de "Fraggle blog".

3 comentarios:

Nómada planetario dijo...

Palacios convertidos en cualquier negocio o simplemente cayéndose a trozos hay en demasía.
Las rehabilitaciones como toda obra, cuanto más elementos lleve, más partido le saca desde el arquitecto hasta el último peón.
Un abrazo.

JL. Seisdedos dijo...

Qué razón tienes, Glo. Son increibles las libertades que se permiten demasiados restauradores.
Saludos.

Glo dijo...

Un saludo para ambos desde este frágil esquife azotado por la galerna.