Entre los días de guinda y de cereza,
cuando comienzan a madurar los duraznos
y no se oyen caer ya las manzanas,
el pequeño jardín sin horizonte
y la fronda en todas partes se dan la mano y te encierran.
Entre estas montañas de un color más allá de la vida
en estas soledades, áridos abismos
de mares que surcaras antaño,
en el pequeño jardín están los frutos,
los hijos de tu culto:
ofrendas en agraz, ofrendas en sazón, ofrendas podridas.
-¿Cómo hemos llegado a esto?
Pregunta mejor
a magos, adivinos, hechiceros,a mí me basta
con mirar esta fronda, este cuerpo:
rincones en agraz, rincones en sazón, rincones machucados.
Pasaron las cerezas y todavía tardarán las manzanas
y la luna con curvas alas de paloma
revestida de lino
mientras oigo el goteo interminable en el estanque,
comboloi de principiante, cuentas de feria humilde-
y la prostituta que sostiene el frasco roto de perfumes
bajo los sauces de Sodoma.
1-VIII-1949
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
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